Un opositor a cátedra universitaria hace temblar a sus examinadores, planteándoles que la Historia se escribe y se enseña de acuerdo a los intereses del presente. Durante este intenso diálogo, no tarda en advertir que su aprobado se evapora con la misma rapidez con la que se desvanece ante el lector el mito de la objetividad histórica. La idea de que la Historia se escribe desde el presente no es novedosa: en los años 70 Hayden White planteó la Historia como ficción, al igual que hace en el prólogo Luis Alberto de Cuenca. Keith Jenkins reelaboró algo más tarde el concepto de invención de la Historia. Alfonso Mateo-Sagasta defiende que la Historia se escribe mirando al futuro, no al pasado.