Febrero de 962. Asur, Munnio, Gundisalvo y Mudarra, ‘caballeros villanos’ de Castilla, persiguen a una partida de leoneses que les han robado un numeroso rebaño de ovejas. Consiguen recuperar parte del botín pero, en un arrebato, cometen el error de ejecutar al cabecilla de la algarada, un conocido conde de la frontera. El rey Sancho, que mantiene un pulso con el nuevo califa Al-Hakam, ve con preocupación cualquier hecho que suponga un debilitamiento de sus defensas, por lo que ordena que los villanos reciban un castigo ejemplar. A éstos no les queda otra alternativa que acudir a Burgos a solicitar la protección del conde Fernán González, quien los envía a Córdoba como escolta del destronado rey Ordoño IV. Durante el viaje topan con la parte del rebaño robado que nunca llegaron a recuperar, y que viaja con su mismo destino arreado por un grupo de beréberes Nafza. Una vez en Córdoba, ven que su futuro, el de su aldea, el de León, el de Navarra, el de Castilla y el del mismo Al-Andalus forman parte de la misma madeja que deberán desenredar.